viernes, 17 de agosto de 2012

No queremos llegar los primeros, queremos conseguir llegar



Ayer nos sorprendió un asunto, aunque no inesperado. Es uno de esos temas aún no resueltos y que pronto habrá que resolver, pero es de esos temas que fastidian y que intuyes van a debilitarnos en vez de ayudarnos a sumar, y fastidia aún más saber que es de esas “conveniencias inconvenientes” y que existen razones que desconoces y que probablemente no compartes que “te obligan a aceptar”. “Ayudarán a conseguir antes los objetivos!”, me dicen. Esto puede ser o no, pero prefiero nuestro ritmo, prefiero conseguir objetivos con recorridos que sé que podemos asumir.
Por las mañanas cuando salgo a correr voy ligera, no llevo nada a cuestas porque sé que lo que recorro cada día me permite avanzar en mi objetivo de mejorar mi marca, e ir poniéndome en el tiempo más en forma, más flexible, más fuerte. Si tratara de cargarme con una mochila llena de barritas energéticas, agua y otras cosas, seguramente trataría de ponerme como objetivo un recorrido mayor, ya que tendría una mochila que me permitiría resolver cualquier incidencia durante el recorrido. Si hiciera esto, sin duda acabaría con graves lesiones en los músculos, con problemas de respiración y con el ritmo cardiaco acelerado por el sobreesfuerzo, y con toda la probabilidad de tener que abandonar la carrera por la falta de preparación y el entrenamiento necesario para poder salir a hacer esos recorridos de maratón.
No hay duda de que el maratón es una fábrica de grandes campeones, y también produce momentos sorprendentes y difíciles de creer. La mayoría de los corredores participan en el maratón olímpico con sueños de gloria y solo tres pueden conseguir medallas. Además, lamentablemente hay uno que tiene que ser el último. En 1968 le tocó al tanzano Jhon Stephen Akhwari. Una hora después de que el etíope Mamo Wolde lograra la medalla de oro con 2:20:26, y ya con solo unos pocos deportistas, espectadores y jueces en el estadio olímpico, un corredor salió del túnel. Se trataba de Akhwari, quien se había caído durante la carrera y se había lesionado la rodilla derecha. Los médicos le indicaron que abandonara, pero no quiso. A medida que se iba acercando a la pista, comenzó a trotar con mucho dolor y grandes dificultades, pero los espectadores empezaron a aplaudir cada vez con más fuerza mientras daba la última vuelta al estadio. No era el campeón pero encarnaba el auténtico espíritu olímpico. Akhwari acabó la carrera en más de 19 minutos por detrás del corredor previo. Más tarde cuando le preguntaron por qué no quiso abandonar debido a su grave lesión, Akhwari respondió que su país no le había hecho viajar 11mil Km para empezar el maratón olímpico sino para conseguir acabarlo.
No necesitamos más lastre de “conveniencia inconveniente”. No necesitamos que “nos salven”. Necesitamos colaboradores que nos ayuden a hacer músculo, a ser flexibles, a potenciarnos, a fortalecernos para hacer futuros recorridos de maratón. No queremos llegar los primeros, queremos conseguir llegar. Porque tenemos la voluntad de vencer el esfuerzo, porque estamos predispuestos a lo que sea que nos depare nuestro futuro, y si caemos, nos levantaremos, como lo hace un corredor, como lo hace un guerrero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario